¿Qué es la esclerosis múltiple?
La esclerosis múltiple es una enfermedad autoinmune y crónica del sistema nervioso central que se caracteriza por inflamación, desmielinización y pérdida axonal. Suele debutar entre la segunda y cuarta década de la vida. Afecta principalmente a mujeres jóvenes que se encuentran en edad fértil, y es la segunda causa de discapacidad neurológica en adultos jóvenes de países desarrollados.
Se estima que casi 2,5 millones de personas en todo el mundo padecen EM. Muchos autores consideran que estos datos son probablemente la punta de iceberg. Estudios basados en autopsias sugieren que el número de individuos afectos podría incluso duplicarse.
Su etiología sigue siendo desconocida. Se presupone una causa autoinmune, pero de origen no completamente filiado y, en cualquier caso, multifactorial, con participación e interacción de factores genéticos y ambientales. Actualmente, destacan como factores de riesgo los antecedentes familiares o padecer determinadas infecciones como el de Epstein-Barr o la mononucleosis infecciosas.
¿Existen varios tipos de esclerosis múltiple?
Existen cuatro fenotipos clásicos de esclerosis múltiple: esclerosis múltiple recurrente-remitente (EMRR), esclerosis múltiple primaria progresiva (EMPP), esclerosis múltiple secundariamente progresiva sin actividad (EMSP no activa), y esclerosis múltiple progresiva con actividad (EMSP con actividad).
Aproximadamente el 85-90% de los pacientes presentan un curso remitente recurrente (EMRR) caracterizado por brotes o recaídas. Entre estos episodios el paciente se encuentra estable, hasta que con el transcurso del tiempo la EMRR evoluciona a una fase progresiva (EMSP) que se caracteriza por progresión continua de la discapacidad independientemente a la presencia o no de brotes. Entre el 10-15% de los pacientes con EM presenta un curso primario progresivo desde el inicio y ausente de brotes (EMPP).
¿Cuales son los síntomas de la esclerosis múltiple?
La esclerosis múltiple es heterogénea tanto en manifestaciones clínicas como en evolución. De hecho, es conocida como “la enfermedad de las mil caras”. Sin embargo, sus lesiones se caracterizan por mostrar predilección por ciertas áreas del sistema nervioso central, lo que da lugar a signos y síntomas típicos de la enfermedad.
- En las fases iniciales: las estructuras que con frecuencia se afectan son los nervios ópticos, la médula espinal y el tronco del encéfalo.
- En fases establecidas de la enfermedad y también como consecuencia de las secuelas acumuladas: suelen afectarse la mayoría de los sistemas funcionales neurológicos. Los síntomas más comunes son la debilidad (90%), sensación de entumecimiento en extremidades y/o dolor neuropático (77%) y falta de coordinación (75%).
- En fases muy evolucionadas: los pacientes comienzan a acumular secuelas, y suelen presentar una combinación de síntomas y signos neurológicos. Además, podrían sumarse otras manifestaciones clínicas muy características de esta enfermedad como fatiga, depresión, dolor, trastornos de la marcha, alteraciones sexuales y esfinteriana, fenómenos paroxísticos, movimientos anormales, epilepsia, disfunción cognitiva y narcoplepsia entre otros.
- En formas progresivas o degenerativas: más del 80% de los pacientes presenta una paraparesia espástica lentamente progresiva, que va limitando la deambulación. Los pacientes necesitan realizar descansos frecuentes cuando recorren distancias cortas o medias, y poco a poco, requieren la ayuda de uno, dos apoyos y finalmente silla de ruedas.
La importancia de realizar un diagnóstico temprano
Dado el carácter incapacitante de la enfermedad, es conveniente establecer un diagnóstico temprano. El manejo terapéutico precoz es clave para cambiar el curso natural de la enfermedad y su pronóstico.
El diagnóstico de EM es fundamentalmente clínico. Se basa en la confirmación de la diseminación de los brotes y/o lesiones en el tiempo y en el espacio, y en la exclusión de otras posibles etiologías. Requiere la integración de hallazgos clínicos, resultados de estudios de neuroimagen, presencia de bandas oligoclonales (BOC) en el análisis del líquido céfalo raquídeo (LCR), pruebas complementarias encaminadas a descartar los diagnósticos diferenciales de la EM, y en algunos casos, estudios de potenciales evocados (para objetivar lesiones clínicamente silentes en nervios ópticos, tronco cerebral, o de las vías de la médula espinal). La resonancia magnética (RM) es considerada actualmente la exploración complementaria más útil para el diagnóstico temprano de la EM.
Manejo terapéutico en esclerosis múltiple
La esclerosis múltiple no tiene cura. Actualmente, los tratamientos están enfocados en evitar el avance de la enfermedad y el control de los síntomas. El manejo de la EM se fundamenta en tres pilares: tratamiento de los brotes con cortioesteroides, tratamientos modificadores del curso de la enfermedad (TME), y tratamientos sintomáticos.
En las últimas décadas se han producido grandes avances en el campo de la esclerosis múltiple. La introducción de los TME es un hecho relativamente reciente, y que ha cambiado drásticamente el devenir de la enfermedad. Los TME son fármacos de mecanismo de acción inmunomoduladora y/o inmunosupresora, y actualmente, constituyen la base del tratamiento para la esclerosis múltiple. Son fármacos de mecanismo de acción fundamentalmente antiinflamatorio, por ello son más eficaces al inicio de la enfermedad donde han demostrado reducir significativamente la tasa de brotes, lesiones de nueva aparición en resonancia y progresión de la discapacidad. En fases avanzadas y formas progresivas existe mayor componente degenerativo, por lo que el efecto de dichos fármacos suele ser más marginal.
Se dispone de una amplia gama de TME. Sin embargo, el manejo en esclerosis. múltiple está bien establecido. La tendencia actual se basa en un abordaje escalonado e individualizado de los diferentes tratamietnos teniendo en cuenta las características del paciente, de la actividad de la enfermedad, el perfil del fármaco, su mecanismo de acción, el perfil de riesgos y los requisitos de seguimiento. En estadíos iniciales y con baja actividad estarían indicados los tratamientos de primera línea (fármacos moderadamente eficaces y seguros). La segunda línea se reservaría para aquellos casos que debuten con una alta actividad inicial o bien fracasado a terapias previas (moléculas más eficaces pero con un perfil de seguridad menos favorable). En situaciones de refractariedad podrían considerarse fármacos de tercera línea e incluso el trasplante de médula ósea. La elección del tratamiento puede llegar a ser una tarea compleja ya que el equilibrio entre eficacia y seguridad sigue siendo un desafío. Además, estos tratamientos se han de mantener de forma indefinida, a no ser que existan condiciones como el deseo de embarazo, el fallo terapéutico o la aparición de efectos indeseables.
Novedades terapéuticas en esclerosis múltiple
Como ya hemos comentado previamente, los fármacos modificadores de la enfermedad (TME) tienen como objetivo reducir la tasa de recaídas y ralentizar la progresión de discapacidad. Sin embargo, debido a la compleja interacción de eficacia y seguridad, las terapias más eficaces suelen reservarse para estados patológicos suficientemente agresivos para justificar la toxicidad asociada.
En este último año está teniendo lugar un cambio en paradigma de tratamiento para esclerosis múltiple. Recientemente, se han comercializado tratamientos de alta eficacia, seguros y con menor carga para el paciente, y cuyo uso ha sido aprobado para fases tempranas de la enfermedad. Este nuevo abordaje de la enfermedad podría mejorar todavía más el pronóstico de nuestros pacientes.
La importancia de un abordaje multidisciplinar en esclerosis múltiple
El tratamiento de los síntomas de la esclerosis múltiple también debería incluir rehabilitación y fisioterapia para mejorar problemas de debilidad muscular y que las actividades de la vida diaria no se vean afectadas, así como los ejercicios de tensión y distensión, enfocados en controlar el dolor muscular y la espasticidad propia de la enfermedad. Además, se recomienda mantener un estilo de vida saludable en el que se descanse lo suficiente y se incluya una rutina de ejercicio físico. Por último, no hay que olvidar el impacto psicológico que supone esta enfermedad, y la importancia de controlar el estrés y contar con una buena red de apoyo. En caso de necesitar una ayuda para un mejor manejo emocional de la enfermedad, lo ideal será acudir a un profesional de la psicología que ayude a aceptar y convivir con los síntomas de la esclerosis múltiple.
En HCB Hospitales estamos comprometidos con tu salud y por ello queremos poner a tu disposición a los mejores especialistas, así como los últimos avances médicos. Si crees que podemos ayudarte a ti o a algún familiar con su problema de esclerosis múltiple, o tienes sospechas de que podrías estar desarrollando los síntomas asociados a esta enfermedad, no dudes en consultarnos. Estaremos encantados de atenderte y de responder todas tus posibles dudas.