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Prevenir, detectar y tratar a tiempo el “pie diabético”

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El pie diabético engloba las alteraciones que pueden aparecer en los pies de las personas con diabetes: desde pérdida de sensibilidad (neuropatía) y problemas de circulación (enfermedad arterial periférica) hasta callos, deformidades, úlceras e infecciones. Estas lesiones no surgen “de repente”: suelen ser la consecuencia de una combinación de neuropatía, isquemia y sobrecarga mecánica repetida sobre zonas de riesgo del pie. Cuando esa piel se engrosa (callo) y se sigue caminando sobre un pie insensible, puede abrirse una úlcera. Detectarlo pronto y actuar evita complicaciones mayores.

La magnitud del problema es real: a lo largo de la vida, entre el 19% y el 34% de las personas con diabetes desarrollarán una úlcera en el pie. Y la mayoría de amputaciones relacionadas con diabetes comienzan con una úlcera que no se curó a tiempo. Por eso la prevención y las revisiones periódicas marcan la diferencia.

¿Quién tiene más riesgo?

Entre las personas que tienen más riesgo de sufrir el llamado pie diabético se encuentran las personas que:

  • Padecen neuropatía (pérdida de sensibilidad protectora), no se siente dolor con una rozadura o una piedra dentro del zapato.
  • Sufren la enfermedad arterial periférica: llega menos sangre, la piel cicatriza peor.
  • Tienen deformidades del pie (dedos en garra, prominencias óseas), limitación de la movilidad y callos.
  • Cuentan con antecedentes de úlcera o de amputación, y enfermedad renal avanzada.
  • Hacen uso de Calzado inadecuado, obesidad, tabaquismo y mal control metabólico.

Estos factores suelen coexistir y, junto con pequeños traumatismos (un zapato nuevo, una quemadura por agua caliente), precipitan la úlcera.

Señales de alarma en tus pies

Acude a valoración sanitaria preferente si notas:

  • Herida o rozadura que no mejora en pocos días.
  • Enrojecimiento, calor local, mal olor o supuración.
  • Cambio de color (pálido, azulado o negro) o hinchazón
  • Dolor con la marcha o, por el contrario, pérdida de sensibilidad.
  • Uña clavada o ampolla en zonas de apoyo.

Prevención: lo que sí funciona

Desde HCB Hospitales recomendamos una revisión del pie al menos una vez al año y con mayor frecuencia según el riesgo: cada 6–12 meses si hay pérdida de sensibilidad o enfermedad arterial; cada 3–6 meses si se combinan ambos o existen deformidades; y cada 1–3 meses si además hubo úlcera o amputación previa, o existe enfermedad renal avanzada.

Además, la educación estructurada y el autocuidado diario son claves:

  • Revisa tus pies cada día (también la planta y entre los dedos).
  • Lávalos y sécalos bien, sobre todo entre los dedos; hidrata la piel seca con crema emoliente.
  • No camines descalzo, ni en casa: usa siempre calcetines y calzado.
  • Corta las uñas en recto (no en picos).
  • Si identificas una lesión o zonas “preulcerativas”, consulta sin demora.

Para el cuidado cotidiano, la ADA añade consejos prácticos: comprobar el interior del zapato antes de ponértelo, no aplicar crema entre los dedos (evita maceración), y no andar descalzo en ningún entorno.

¿Qué incluye una buena revisión del pie?

Una valoración completa (en atención primaria o Podología/Endocrinología) reúne tres pilares:

  1. Inspección de la piel, uñas, callos y deformidades.
  2. Vascular: palpación de pulsos y, si es preciso, índice tobillo-brazo o presiones de tobillo/dedo.
  3. Neurológico: prueba de sensibilidad con monofilamento de 10 g y otras pruebas sencillas.

A partir de ahí se clasifica el riesgo y se planifica el seguimiento.

Tratamientos actuales que marcan la diferencia

Cuando ya existe úlcera, la evidencia indica que la curación depende de combinar varias medidas:

  • Descarga de la presión (offloading). Es la piedra angular para curar úlceras en zonas de apoyo: dispositivos no extraíbles por debajo de la rodilla (por ejemplo, yeso de contacto total o botas específicas) son los más eficaces en muchos casos.
  • Control de la infección: diagnóstico clínico, toma de cultivos adecuados y antibióticos ajustados a la gravedad; valorar ingreso en infecciones moderadas con comorbilidad o graves.
  • Mejora de la perfusión cuando hay isquemia significativa: estudio vascular y opciones de revascularización (endovascular o cirugía) según el caso.
  • Desbridamiento y curas apropiadas, control glucémico y manejo de comorbilidades, junto con calzado terapéutico para prevenir recaídas.

La organización en equipos multidisciplinares (Podología, Endocrinología, Cirugía Vascular, Enfermería de Heridas, Rehabilitación, Infecciosas) reduce amputaciones y mejora resultados.

Mitos y realidades:

  • “Si no duele, no es grave” → Falso. La neuropatía hace que muchas úlceras no duelan; por eso hay que mirar el pie a diario.
  • “La crema cura los callos” → Cuidado. Los callos son un signo de sobrecarga; hay que tratar la causa (descarga y calzado) y evitar soluciones agresivas por cuenta propia. Consulta a Podología.
  • “Solo los pacientes con diabetes mal controlada tienen riesgo” → Falso. El riesgo aumenta con los años de evolución y con otros factores como la vasculopatía o una úlcera previa.

Cuándo pedir ayuda

  • Cualquier herida, ampolla o callo que cambie de aspecto.
  • Dolor intenso, fiebre o enrojecimiento que se extiende.
  • Aparición de piel negra o muy pálida/fría (urgente).

Este artículo es informativo y no sustituye una valoración clínica individual.

Conclusión

El pie diabético se puede prevenir en gran medida con revisiones periódicas, educación y calzado adecuado, y se puede tratar con éxito si se actúa de forma precoz y coordinada. Si necesitas orientación especializada, HCB Hospitales cuenta con consulta de Podología en HCB Benidorm y HCB Calpe para ayudarte a cuidar la salud de tus pies.

 

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