El 12 de noviembre es una fecha señalada para quienes se preocupan por las enfermedades respiratorias. Desde el año 2009 se celebra el Día Mundial de la Neumonía.
Se trata de una iniciativa de Stop Neumonía, con la que se quiere concienciar a todo el mundo sobre esta enfermedad y emprender acciones efectivas.
Ellos mismos reconocen que su objetivo es ambicioso: reducir hasta eliminar por completo la mortalidad por neumonía en 2030. ¡Y hay mucho trabajo por hacer!
La misma institución afirma que en 2019 el registro de fallecimientos por neumonía alcanzó los 2,5 millones de casos (672.000 de ellos eran niños).
Una de las mejores formas de afrontar una enfermedad es entenderla y, para ello, es importante la información. Lamentablemente no siempre se cuenta con datos correctos, lo que sumado a las creencias populares, motiva a veces confusión.
Es el caso que sucede con neumonía y pulmonía, cuya diferenciación evidencia la falta de información existente sobre estas enfermedades y, más relevante todavía, las mejores formas de prevención que podemos aprovechar.
Diferencia entre neumonía y pulmonía
El término pulmonía se asocia muchas veces a aquellas enfermedades relacionadas con los pulmones. Sin embargo, esta identificación está en desuso y hoy se diagnostica neumonía a cualquier afección de un pulmón o de ambos.
Es decir que, en la práctica, no existe diferencia entre neumonía y pulmonía, sino que son dos términos (el primero más correcto) para referirse a lo mismo.
Esto no evita, sin embargo, que podamos hablar de muchas tipologías de enfermedades respiratorias, en función de la zona afectada y también de la causa.
Síntomas de neumonía
Reconocer los síntomas de una enfermedad ayuda a actuar cuanto antes y en la salud el tiempo puede marcar una diferencia clave.
A nivel físico, la neumonía consiste en una infección que inflama los sacos aéreos de los pulmones. Si estos sacos se llenan de líquido o de pus, pueden provocar tos con flema, fiebre, escalofríos e incluso dificultades para la respiración.
Dado que este efecto lo pueden causar distintas bacterias, virus y hongos, en realidad su desarrollo puede ser muy distinto. Sin embargo, tiene a los bebés y niños pequeños, así como a personas mayores de 65 años, como pacientes de mayor riesgo. Se les suma cualquier persona que tenga problemas respiratorios o relacionados con su sistema inmunológico.
Es decisivo detectar bien los síntomas de neumonía. Algunos de los más frecuentes son los siguientes:
- Fiebre.
- Tos productiva.
- Disnea (sensación de ahogo/ falta de aire).
- Dolor en el tórax al respirar.
Causas de la neumonía y factores de riesgo
Una neumonía se puede contraer de muchas formas. Bacterias, virus (incluido COVID), hongos y otros organismos pueden afectar de forma negativa a nuestras vías respiratorias y desarrollar la enfermedad.
Lo más común es contagiarse de los microorganismos a través de otras personas y, en algunos casos, a través de animales u aerosoles de agua contaminada.
Además, es posible que se produzca una neumonía por aspiración accidental de alimentos o bebidas en los que se encuentren estos organismos.
Obviamente hay factores de riesgo que pueden aumentar el grado de peligrosidad de esta enfermedad. Los casos que requieren mayor precaución son los siguientes:
- Fumadores.
- Problemas del sistema inmunitario/ defensa (por ejemplo, por recibir medicación como prednisona u quimioterapia).
- Edad (niños o edad avanzada).
Cómo prevenir la neumonía
Uno de los mensajes que se repite con mayor insistencia en el Día Mundial de la Neumonía es lo útil que resulta la vacunación, sobre todo la vacuna antigripal.
De hecho, incluso existe una vacuna antineumocócica, que no es que proteja al organismo de cualquier neumonía, pero sí que lo hace frente al principal causante de esta enfermedad, el Streptococcus pneumoniae.
Además, en HCB Hospitales tienes una Unidad de Neumología, específicamente orientada al diagnóstico y tratamiento de enfermedades del aparato respiratorio. La neumonía es una de las muchas que se abordan por parte de estos profesionales, junto a bronquitis, asma bronquial, hipertensión pulmonar, fibrosis pulmonar o incluso cáncer de pulmón, por indicar algunos ejemplos.
Los chequeos periódicos, un tratamiento continuado y supervisado por estos especialistas, además de por supuesto las vacunas correspondientes, son mecanismos que en conjunto pueden minimizar las consecuencias de cualquier enfermedad respiratoria.